Publicado en La Gaceta de Tucumán el 5 de junio de 2023.
Desde su separación de la China continental tras la Guerra Civil hace 74 años, Taiwán ha mantenido una lucha constante por preservar su soberanía, su democracia y su modelo que, a diferencia del chino, respeta las libertades y los derechos fundamentales. Lo ha hecho a pesar de enfrentar a un gigante, cada vez más fuerte, como lo es el régimen del PCC.
Después de la Segunda Guerra Mundial, Taiwán transitó un rápido desarrollo económico y político, allanando el camino para una transición hacia un sistema democrático. Fue en la década de los ‘90 cuando celebraron sus primeras elecciones presidenciales directas y desde entonces se ha convertido en un faro de democracia en Asia. Un sistema multipartidista, que respeta la libertad de expresión y lleva a cabo verdaderas y transparentes elecciones libres.
La amenaza de China
A pesar de los destacables logros democráticos (o, tal vez, precisamente por ellos), Taiwán se enfrenta a una constante amenaza de China, que reclama la isla como parte de su territorio y se “reserva el derecho de usar la fuerza” para lograr la reunificación. Ya conocemos lo que puede significar eso, incluso cuando creamos que “es poco probable”.
China ha presionado a Taiwán diplomáticamente, aislándola internacionalmente y obstaculizando su participación en organizaciones internacionales, lo cual ha logrado en gran medida, pues Taiwán no es miembro de las Naciones Unidas y sólo ha sido reconocido como país por 23 de sus miembros. Además, el régimen de Xi Jinping ha llevado a cabo maniobras militares cerca de Taiwán y ha aumentado la presión económica y política para socavar su soberanía.
Para China, lo que Taiwán representa como valor democrático, antagónico a sus ideales, está acompañado, también, de un valor estratégico significativo. La isla se encuentra en una ubicación geográfica clave, controlando el acceso a importantes rutas marítimas y áreas de alta actividad económica. Permitir que Taiwán caiga bajo el control de China, quien se expande por una nueva “ruta de la seda”, tendría implicaciones profundas para la estabilidad regional y la seguridad de otras naciones.
El papel de la comunidad internacional
Ante esta amenaza, es fundamental que la comunidad internacional no deje de hablar sobre Taiwán y brinde su apoyo a su lucha por la democracia, la libertad y la soberanía. Todos los demócratas del mundo deben mostrar solidaridad con Taiwán y reconocer su contribución a la paz y la estabilidad regional. Un gran paso para esto fue el que dio, el pasado año 2022, la entonces presidenta de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, Nancy Pelosi, visitando la isla.
Apoyar a Taiwán no sólo significa respaldar sus derechos fundamentales, sino también proteger el sistema democrático y los valores que compartimos. Los mismos que, como ha descrito la historiadora Anne Applebaum, están siendo terriblemente golpeados por autócratas que se unen ya no por ideologías sino por el proyecto hegemónico y expansionista.
La lucha de Taiwán por la democracia, la libertad y la soberanía es una causa que debe ser apoyada por todos los defensores de los derechos humanos y la democracia en todo el mundo. No debemos dejar de hablar sobre Taiwán y la importancia de su lucha histórica. Al mostrar solidaridad con Taiwán, no sólo estamos respaldando sus derechos fundamentales, sino también protegiendo nuestros propios valores democráticos y promoviendo un orden internacional basado en el respeto a la libertad y la soberanía de todos los pueblos.